Por Anita González Sigler
El equinoccio de otoño en el hemisferio norte marca el final del verano y el inicio de ese periodo del año en el que el calor comienza a mermar para dar paso a temperaturas más frías que nos preparan para la llegada del invierno.
Aunque hablar de estaciones en República Dominicana es un tanto utópico, pues podríamos decir que este país es un eterno verano, excepto en zonas montañosas como Jarabacoa y Constanza, donde sí podemos dormir bien arropados y usar abrigos, pues el clima cambia.
En varios puntos del hemisferio norte, el equinoccio de otoño se ha celebrado con tradiciones que buscaban dar sentido a ese momento del año en el que históricamente los humanos nos preparábamos para el arribo del invierno. Mientras que la llegada de la primavera suele ser vista como el resurgir de la naturaleza, al equinoccio de otoño se le considera el fin de otro ciclo.
Los mayas y su serpiente emplumada
La historia es rica en ejemplos de celebraciones por partes de diversas culturas para las cuales los cambios de estación tenían gran significado. Uno de los más sorprendentes está en Chichén Itzá, México, donde la antigua pirámide maya escalonada, denominada “El Castillo”, ofrece un espectáculo inigualable.
Con una exactitud que nos deja boquiabiertos, durante la puesta de sol en los equinoccios de primavera y otoño, la luz solar inunda la escalinata de este templo en el ángulo justo para crear la forma una serpiente que pareciera deslizarse a lo largo de esta. Por estas fechas los visitantes de Cancún, Yucatán o la Riviera Maya tienen la oportunidad de presenciar este asombroso fenómeno en las más famosas ruinas mayas, que la Unesco nombró como patrimonio de la humanidad.
La pirámide, dedicada al dios Kukulcán (o Quetzalcóatl, como lo conocían los toltecas), sirve como un símbolo visual del día y de la noche. Kukulcán significa serpiente emplumada y es considerado como el supremo hacedor del universo junto con Tepew, y uno de los más importantes dioses de mitología maya.
Los que presencian el equinoccio quedan maravillados con la ilusión de luces y sombras que crea siete triángulos en el lado de la escalera, que se conectan con la plataforma superior de la gigantesca cabeza de piedra de la serpiente emplumada en la parte inferior. Según la cultura maya, todo se inunda de energía positiva.
A medida que el sol se oculta, los triángulos van desapareciendo en sentido inverso. Incluso, algunos han manifestado su creencia de que la serpiente baja del cielo en dirección al gran cenote sagrado donde los mayas realizaban sacrificios y ofrendas a su dios. Para los antiguos mayas el fuerte simbolismo tenía que ver con que la serpiente emplumada se unía a los cielos, la tierra y el inframundo, era la conjunción del día y la noche.
La base para la planificación de la vida de los mayas era el sol, pues dependían de la agricultura. El equinoccio de primavera marcaba la siembra y el de otoño la cosecha. Tal era el avance de la civilización maya, que muchos estudiosos consideran al templo como el calendario astronómico más extraordinario de la antigüedad.
La celebración es todo un espectáculo, ya que cada año miles de personas se dan cita en el histórico lugar para admirar el fenómeno astronómico, que dura aproximadamente 45 minutos. Es una jornada donde prima la alegría, la buena vibra y hasta un ambiente carnavalesco, con bandas de rock y grupos de danza folclórica. Los visitantes, por lo general, llevan ropa blanca para atraer la energía positiva del “nuevo sol”.