Por Anita González Sigler
Fotos: fuente externa
El clavel, la flor nacional de España, y que tantas citas ha tenido en escenarios con artistas famosos –como en la canción “Clavelitos” de Sarita Montiel: Clavelitos de la tierra dorada / Clavelitos que vienen de Granada–, lleva por nombre científico Dianthus caryophyllus y es nativa de Eurasia. Y quienes saben inglés les resultará familiar el término “carnation”, que es su designación común en la lengua de Shakespeare.
Según la literatura científica, el nombre dianthus está conformado por dos palabras griegas: “dios”, refiriéndose a Zeus, y “anthos”, en referencia a la flor; será por ese motivo que al clavel también se le llama “la flor de Dios”. Es posible que el botánico griego Theophrastus la haya citado en su época.
Algunos claveles son perennes, otros anuales, e incluso nos encontramos con especies altas, bajas y hasta enanas; el común denominador es que se todos se desarrollan a partir de una cepa leñosa de follaje fino, entre verde y gris. Tampoco es difícil cultivar la planta a partir de semillas.
Los claveles gozan de gran popularidad en diversos ámbitos, como en la elaboración de cervezas, vinos y otras bebidas, además de emplearse en dulces y postres, ya que, al igual que muchas otras flores, es comestible.
Su uso, debido a la sabiduría popular, nos recuerda los remedios de las boticas de las abuelas. Por ejemplo, una infusión con sus pétalos y otros ingredientes se empleaba para tratar malestares de pecho y tos, neumonía y bronconeumonía, también la anemia y el raquitismo. Se dice que los baños con el cocimiento de esta planta reducen la hinchazón de los pies de las embarazadas.
Rojo flamenco
El clavel rojo tiene un gran significado para los españoles. Florece en junio y continúa durante unas seis u ocho semanas más derrochando belleza. Se cultiva, entre otras zonas del país ibérico, en Andalucía, en el sur. Todavía se utiliza en la decoración de ventanas y casas blancas tradicionales.
Además de estar presente en el cabello de las bailarinas de flamenco –ese arte andaluz de gran intensidad emocional que combina baile, cante y guitarra–, la flor se usa en celo religioso, desfiles orientales y en las tan criticadas corridas de toros. Una de las tradiciones andaluzas que aún perviven es que el enamorado sostiene en su boca la flor debajo de la ventana de su amada mientras suena la guitarra española.
Leyendas dignas de películas
Como todas las flores, el clavel tiene leyendas que a través de los tiempos quedan en la memoria y llegan hasta nuestros días. Una de ellas, de tradición cristiana, por cierto, cuenta que las lágrimas de la Virgen María, al ver a Jesús crucificado, se convirtieron en claveles al caer al suelo; todo el lugar quedó cubierto de estas flores.
Otra leyenda nos habla del espionaje, ya que entre sus apretados pétalos se podía esconder notas. Uno de los ejemplos más notables fue durante el punto más álgido de la Revolución Francesa. Dicen que Alexandre Gonsse de Rougeville elaboró un complot para fraguar el rescate de la reina consorte María Antonieta –la más odiada de Francia–, a quien visitó en su calabozo y le dejó caer un clavel que entre sus pétalos llevaba escondido un mensaje con los detalles de la huida. Como es de saber, el plan fracasó y la pobre mujer –bueno, no tan pobre, porque riqueza le sobraba– terminó perdiendo la cabeza… literalmente, en la guillotina.
Como en un cuento de hadas
Otra leyenda existe sobre la tan esplendorosa flor y podría decirse que es una versión libre del famoso cuento “El clavel” de los hermanos Grimm. La historia narra que el hijo muy deseado de una pareja de reyes nace con el don de que todos sus deseos se hacen realidad. Luego es secuestrado y debido al malvado sirviente se pone en peligro la vida de la madre, quien es encerrada en una mazmorra cuando el traidor hace creer al rey que ha dejado que los animales salvajes devoren al niño. Al crecer, descubre la maldad del sirviente, quien lo había criado en otra tierra y hasta le había sugerido desear una compañera para no estar tan solo.
El joven sufre en carne propia lo peor del secuestrador cuando este le pide a la joven compañera suya que lo mate, pero no lo hace, a pesar de arriesgarse a perder su propia vida. Ella descubre el malvado plan ante el príncipe, quien al volver a su tierra desea que la joven se convierta en clavel para llevarla consigo en el bolsillo, como símbolo de la inocencia, la fidelidad y el amor. El joven retorna a su palacio, agrada al rey, su padre, y salva la vida de su madre. El clavel que llevaba consigo se convierte otra vez en princesa… Los enamorados se casan y se convierten en soberanos del reino, donde viven felices “para siempre”, como cualquier final de cuento de hadas.
FICHA BOTÁNICA
Debido a las diversas técnicas de hibridación y procesos de selección, la planta de clavel es perenne de día largo y con base leñosa, y de la que se conocen múltiples variedades. Comprende alrededor de 250 especies entre las que destaca Dianthus caryophyllus. Pertenece a la familia de las Caryophillaceae y al género dianthus, que es originario de la cuenca mediterránea. Es fácil de cultivar, tanto en el suelo del jardín como en macetas.