Por Anita González Sigler

Tantos nombres como leyendas se le atribuyen a la Nelumbo nucifera, planta acuática que posee hojas flotantes y olorosas, y un fruto con múltiples hoyos semejantes a pequeños ojos. Crece en las aguas de lagos, estanques y ríos, y sus raíces se desarrollan en el barro y el lodo. Hablamos de la flor de loto.

En no pocas ocasiones la naturaleza nos sorprende, y en esta oportunidad causa gran admiración ver cómo una flor tan hermosa y de diferentes colores puede brotar en un hábitat que no se corresponde con lo que solemos esperar del entorno de un elemento que subyuga por su majestuosidad y belleza.

Una curiosidad del loto es ser flor y fruto a la vez. En la noche sus pétalos se cierran y se sumerge en el agua, y al amanecer brota en todo su esplendor, sin trazas de nada que la enturbie; recordemos que la rodea el barro, pero ella se alza inigualable y se hace acompañar por su embriagante perfume y la suavidad de sus pétalos. Su aroma se considera hipnótico y puede alterar los estados de conciencia.

De su comportamiento se derivan tantas comparaciones con el ser humano, al salir triunfante de las adversidades en un mundo que pudiera de pronto resultar hostil y complicado.

La naturaleza suele ser pródiga con la ciencia, pero también lo es con nuestra espiritualidad. Así lo demuestra al entregarnos dentro de la gran variedad de especies la representativa flor de loto, que en sus múltiples simbolismos trae consigo auténticas lecciones de cómo enfrentar la vida y mensajes de gran valor para la propia existencia humana.

Sus semillas, por ejemplo, son de gran longevidad y resistencia, pueden sobrevivir por siglos sin perder su fertilidad. Las semillas, previamente remojadas, son populares en ciertas zonas de Asia, donde se consumen como un aperitivo reconstituyente.

El embrujo de esta flor trasciende milenios. Para varias civilizaciones a lo largo de la historia ha sido un símbolo sagrado. En algunas religiones de Asia, muchas de las divinidades se representan sentadas sobre una flor de loto, sumidas en el acto de la meditación. En varias obras de la literatura asiática clásica se hace referencia a ella como sinónimo de belleza, elegancia, pureza, perfección y gracia.

En el budismo ocupa un lugar preponderante, ya que el trono o asiento de Buda es una flor de loto, un indicador de un nacimiento divino. Cuenta la leyenda que cuando Buda dio sus primeros pasos, a cada pisada brotaban flores de loto.

En el cristianismo el loto está representado por el lirio blanco, que significa pureza y fertilidad. Según la tradición, el arcángel Gabriel le entrega a la Virgen María el lirio de la anunciación.

En la civilización egipcia, Ra, conocido como el dios del Sol, está muy ligado a la flor de loto, pues ella hacía su aparición en la salida del sol y solo permanecía abierta durante el día. Cuentan también que de ella brotó el dios Nefertum, o señor de los perfumes, símbolo del rejuvenecimiento, la perfección absoluta y la renovación; se le representa con un loto azul en la cabeza, pero en realidad se trata de un nenúfar egipcio.

En el yoga existe la posición del loto, conocida en sánscrito como Padmasana. Esta postura es la tradicional de la meditación, en ella se cruzan las piernas y se ubica cada pie encima del muslo contrario.

Ficha botánica
Nelumbo nucifera, más conocida como loto, flor de loto, loto sagrado, nelumbo, loto asiático, loto indio, haba de Egipto, loto de Egipto, nenúfar de China y rosa del Nilo, entre otros nombres, es una planta acuática, rizomatosa. Sus hojas grandes y redondas, de color verde azulado, proveen de sombra a los peces y reducen la aparición de algas. Su origen se ubica en Asia tropical y subtropical. Es la flor nacional de la India, donde se le considera desde la antigüedad como una flor sagrada y símbolo de la buenaventura. (Fuentes diversas de internet).

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