Por Anita González Sigler

Existen dos países que no solo comparten frontera y un buen puñado de tradiciones, también su flor nacional, el ceibo. Nos referimos a Argentina y Uruguay, dos naciones en la que este árbol se encuentra en lugares húmedos, en áreas cercanas a los cursos de agua, esteros, arroyos, lagunas, humedales y zonas pantanosas.

La vistosidad de sus flores rojo pasión (Erythrina crista-galli) es la excusa para cultivarlos en parques, paseos y plazas. Su nombre genérico Erythrina proviene de la voz griega “erythros”, que significa rojo. El nombre específico crista-galli se debe a la semejanza de las flores con la cresta del gallo. Fue el naturalista Carlos Linneo quien la nombró. Su altura oscila entre 6 y 10 cm, con un diámetro de 0.50 cm.

El ceibo también crece en Brasil y Paraguay y es común verlo en las riberas de los ríos Paraná y de la Plata. Sus flores se emplean en el teñido de telas. Con su madera, muy blanda y de tonos blanco-amarillentos, se confeccionan artículos livianos. En algunas provincias de la América austral se usa la corteza para curtir cueros. La madera suele reemplazar al corcho en algunas manufacturas; incluso se emplea en la fabricación de colmenas. Los antiguos indios de la zona la utilizaban para hacer balsas.

El máximo esplendor del ceibo es en la primavera austral. Tal vez por eso en la Argentina fue declarada flor nacional, en 1942, y desde 2008 se celebra el Día Nacional del Ceibo cada 22 de noviembre. En Uruguay, en cambio, en 2016 se propuso un proyecto de ley para declarar el 20 de noviembre como el Día de la Flor Nacional de Ceibo, por el valor simbólico y el arraigo cultural y porque integra el Escudo Representativo de algunos Departamentos del país.

La leyenda de Anahí

Gracias a la tradición oral ha llegado hasta nuestros días la leyenda de la flor del ceibo, que nació cuando la india Anahí fue condenada a morir, luego de participar en un cruento combate entre su tribu guaraní y el ejército invasor. Era una niña que cantaba en medio de la selva con una voz tan angelical que hasta las aves enmudecían para escucharla.

Un día el sonido de las armas prevaleció y aunque la tribu se defendió del hombre blanco como pudo, Anahí cayó presa. Su castigo: morir en la hoguera. Se dice que los soldados la ataron a un tronco, y a sus pies pusieron ramas y hojas secas. Pronto el fuego la rodeó en una gran llamarada roja.

Anahí comenzó a cantar y su dulce voz asombró a todos los que se encontraban en la desoladora escena. Su canto era como una oda a su tierra, a su selva, a la que entregaba su corazón como última ofrenda. Al amanecer, cuando ya se había consumido el fuego, los invasores quedaron boquiabiertos al ver que el cuerpo de Anahí se había transformado en un hermoso racimo de flores rojas que adornaba el árbol que la había sostenido.

 

Ficha botánica

Nombre Científico: Erythrina crista-galli

Reino: Plantae

Clase: Monocotyledoneae

Orden: Asparagales

Familia: leguminosas

Se multiplica por semillas y esquejes semileñosos.

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